Capítulo 2: La decisión
– … y te digo que la verdad te hará libre. Y feliz. Así que no lo dudes más, Lucía. Llámalo ahora mismo y dile que tienes algo importante que contarle. Y que quieres verlo cuanto antes. ¿Me has entendido?
La voz de su abuela resonaba en el walkie-talkie, firme y convincente. Lucía la escuchaba con atención, pero también con temor. Sabía que su abuela tenía razón, que tenía que decirle la verdad a Pablo. Pero también sabía que eso podía cambiarlo todo, que podía perderlo para siempre. ¿Y si él no la quería más? ¿Y si él la dejaba? ¿Cómo iba a soportarlo? ¿Cómo iba a vivir sin él?
Lucía miró el teléfono que tenía en el bolsillo. Allí estaban los mensajes y las llamadas de Pablo. Él le había escrito esa mañana, deseándole un buen día y diciéndole que la echaba de menos. Él le había llamado la noche anterior, contándole sus planes y sus proyectos. Él le había dicho que la quería, que la necesitaba, que la esperaba. Él le había hecho sentir especial, única, amada. Él le había hecho feliz.
Lucía cogió el teléfono y lo encendió. Vio la foto de Pablo en la pantalla, sonriendo y mirándola con ternura. Sintió un nudo en la garganta y unas lágrimas en los ojos. Quería hablar con él, quería verlo, quería abrazarlo. Quería decirle que lo quería, que lo necesitaba, que lo esperaba. Quería decirle que tenía un hijo, que era suyo, que lo quería. Quería decirle la verdad.
Lucía buscó el contacto de Pablo y pulsó el botón de llamar. El teléfono empezó a sonar, una, dos, tres veces. Lucía esperaba con el corazón en un puño, con la esperanza y el miedo a partes iguales. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué iba a decir? ¿Qué iba a hacer?
– Hola, Lucía. ¿Qué tal? – se oyó la voz de Pablo al otro lado de la línea.
– Hola, Pablo. Bien, ¿y tú? – respondió Lucía, intentando disimular su nerviosismo.
– Bien, bien. Estoy en Madrid, preparando el próximo concierto. Te echo de menos, Lucía. ¿Cuándo te vuelvo a ver?
– Yo también te echo de menos, Pablo. Te quiero mucho. Pablo, tengo que decirte algo.
– ¿Qué pasa, Lucía? ¿Te ocurre algo? ¿Estás bien?
– Sí, sí, estoy bien. Bueno, no sé. Pablo, es algo importante. Algo que te afecta a ti y a mí. Algo que deberías saber.
– ¿De qué se trata, Lucía? Me estás asustando. Dímelo, por favor.
– Pablo, yo… yo tengo un hijo.
– ¿Qué? ¿Cómo? ¿Un hijo?
– Sí, Pablo, un hijo. Un niño de cuatro años. Se llama Marco. Es tu hijo, Pablo. Es nuestro hijo.
– ¿Nuestro hijo? ¿Estás segura? ¿Cómo es posible? ¿Por qué no me lo habías dicho antes?
– Pablo, por favor, cálmate. Sé que es una sorpresa, sé que es difícil de creer. Pero es la verdad. Te lo puedo explicar. Te lo puedo demostrar. Solo dame una oportunidad. Solo escúchame.
– Lucía, no sé qué decir. No sé qué pensar. No sé qué hacer. Esto es muy fuerte, Lucía. Muy fuerte.
– Lo sé, Pablo, lo sé. Pero no te enfades, no te alejes, no me dejes. Te quiero, Pablo. Te quiero a ti y a nuestro hijo. Quiero que estemos juntos. Quiero que seamos una familia.
– Lucía, yo también te quiero. Pero esto cambia todo. Esto lo complica todo. Esto lo pone todo en duda. ¿Cómo voy a confiar en ti? ¿Cómo voy a aceptar a tu hijo? ¿Cómo voy a asumir mi responsabilidad? ¿Cómo voy a seguir con mi carrera? ¿Cómo voy a…
– Pablo, por favor, no digas más. No te precipites. No tomes una decisión ahora. Piénsalo bien. Hablamos con calma. Nos vemos en persona. Nos conocemos mejor. Nos damos una oportunidad. ¿Qué me dices, Pablo? ¿Qué me dices?
Lucía esperó la respuesta de Pablo, con el alma en vilo, con la ilusión y el temor a partes iguales. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué iba a decir? ¿Qué iba a hacer?
– Lucía, yo… yo no sé, Lucía. No sé qué decirte. No sé qué hacer. Necesito tiempo, Lucía. Necesito tiempo para pensar. Te llamaré más tarde, Lucía. Te llamaré más tarde.
Y colgó.
Lucía se quedó con el teléfono en la mano, sin saber qué hacer, sin saber qué sentir, sin saber qué esperar. Había dicho la verdad. Había dado el paso. Había arriesgado todo. ¿Había valido la pena? ¿Había hecho lo correcto? ¿Había perdido a su príncipe? ¿Había ganado a su familia?
Lucía no lo sabía. Solo sabía que tenía que seguir adelante. Que tenía que seguir trabajando. Que tenía que seguir viviendo. Que tenía que seguir esperando.
Lucía guardó el teléfono y cogió la caña y la red. Echó la red al mar y esperó a que se llenara de mariscos. Miró